En el corazón de San Isidro se erige la casa del Capitán. Recinto siempre presto para acoger a los amantes de la coctelería clásica. Y es que la histórica barra del Bar Olé siempre tiene espacio para quienes buscan esa mistura inconfundible de vermouth y pisco a lo Hemingway. Para acompañar, ofrece la intimidad de un salón elegante, música clásica y una buena conversación.

El Bar Olé abrió sus puertas hace casi 25 años bajo la premisa de atender a quienes deseaban probar algo más que la tradicional secuencia de entremés, fondo y postre. Propuso convertir largas comidas en largas conversaciones con un buen piqueo y un trago en la mano. Rescató las recetas de tradicionales cocteles como el pisco sour, manhattan, martini y gin tonic para los amantes del buen beber.

Su barra enchapada en madera exhibe más de 80 etiquetas de pisco, todas mezcladas con maestría gracias a la mano de expertos bármanes, algunos con más de 15 años en el oficio. Supo también maridar los selectos licores con los platos de siempre y los preferidos del momento: tortilla de papa, lomo saltado y la suavísima prime rib.

Pero Olé bar es más que su comida y sus cocteles: es un espacio de comunidad. Entrañable para los amigos de antaño y siempre acogedor para los nuevos. Sus vasos y copas han sido por años testigos silenciosos de la fraternidad de sus visitantes gracias a que es un refugio para la conversación destendida y el disfrute. En suma, su oferta de sabores, texturas, aroma y color son imperdibles en una época de reuniones y sobremesas para compartir con los nuestros.

Escribe: Marisol Alvarado