Si por las venas de alguien corriera óleo en lugar de sangre, esas serían las de Laura Cuadros: una multifacética artista que tuvo que abarcarlo todo para, finalmente, decantarse por la que sería su horizonte definitivo.

Dibuja y pinta desde que tiene uso de razón. «Mi recuerdo más antiguo probablemente sea pintando», afirma con una dulce expresión. Si bien reniega de las pocas horas que tuvo clase de arte en el colegio, confiesa que no fue impedimento para deleitar a sus compañeros con sus piezas, en ese entonces, hechas sobre hojas de cuaderno.

La creatividad nació con Laura, quien antes de graduarse de la secundaria ya era orfebre de profesión. Fundió metales y vendió joyas hasta que reparó en lo común que se había vuelto esa labor. «Ya no quiero hacer esto», se dijo a sí misma. Admite haber cambiado de rumbo porque no sabía lo que realmente le apasionaba; así pues, decidió estudiar aquello que venía haciendo desde pequeña: diseño de modas. «Me gustaba mucho hacerles ropa a mis barbies», cuenta.

Tras haber pasado por tres reconocidas escuelas de diseño en Perú, se dio cuenta de que quería dedicar el resto de su vida al arte. «Un amigo me convenció de que no deje la carrera. Además, me seleccionaron para un concurso internacional de moda en San Francisco y fui la única finalista sudamericana. Ahí dije, ¡esta debe de ser una señal de que tengo que seguir en este camino!», sostiene. 

Luego de especializarse en zapatos, maquillaje profesional y coolhunting en Buenos Aires, la vida reconoció el talento de Laura permitiéndole trabajar de la mano de prestigiosas diseñadoras como Ani Álvarez Calderón y Ana María Guiulfo. Sin embargo, revela no haber estado tan contenta.

La iniciativa de un amigo introdujo a la joven pintora en el mundo del modelaje debutando para el reality Perú Next Top Model. «Él mandó fotos mías al programa. Un día me llamaron felicitándome por mi selección. En ese entonces, yo era catedrática en la UPC», señala. Tuvo que decidir. A pesar de lo arriesgado que era, dejó su trabajo para emprender esa frenética experiencia de la que no se arrepiente y que repetiría.

El tercer lugar, para quien jamás había pisado una pasarela, demostró el potencial que tenía Laura ante cualquier cosa que se propusiera: «Mucha gente empezó a conocerme como modelo y artista», comenta. Pero su temporada gloriosa empezaría hace seis años, cuando se dio de lleno a la pintura. Colaboró derrochando su talento en marcas como Guess, Banana Republic, BMW y Absolute Vodka, con las que está agradecida, aunque ahora admite trabajar solo con las que tienen un compromiso social o medioambiental.

Para la «ex» tatuadora, la pieza de arte lleva impregnada la esencia del autor. Estar cómodo con uno mismo es imprescindible. «Todo es movimiento. Si te sientes bien contigo mismo, eso transmites y ayuda mucho para todo tipo de relación que tengas en tu vida», señala. Aquello quiso enseñar en Orgánica, un blog de alimentación y vida saludable que ahora intenta continuar a través de sus redes sociales. 

La admiradora de John Singer, a quien descubrió en el Tate Gallery de Londres, considera que estamos en una época donde todo es válido: «Puedes hacer lo que quieras; si le das un buen enfoque, tendrá un gran valor y encontrarás un público para ti», asegura. Si tuviese que quedarse con un solo material en su vida para seguir creando sería el óleo, aquel que corre por sus venas, y que hace que sus obras lleguen a tonalidades más ricas. 

Su meta es ser reconocida como una buena retratista, la mejor del Perú. Mientras tanto, continúa impetuosa los proyectos que la llevan a estar siempre ocupada: su línea de ropa sostenible, su manual para dibujar rostros y sus cuadros en serie, titulados Introspección. Disfruta de pasar tiempo en la cocina o jugando pádel a la orilla del mar. 

Escribe: Valeria Bravo Ocaña