La fe puede ser un camino tan enaltecedor como pernicioso, ello cuando se convierte en instrumento de manipulación y maltrato. En esto último se basa Los Iluminados, ópera prima de la actriz francesa Sarah Suco, quien se inspiró en un turbulento pasaje de su vida para retratar las vivencias de Camille y su familia, quienes, a instancias de la madre, se enredan peligrosamente en los engaños de un grupo católico llamado “La Paloma”, lugar del que Camille y sus tres hermanos menores intentarán escapar.
El largometraje comienza con una presentación de la protagonista en el circo, que es su pasión, mientras el público y su familia la observan entre vitoriosos aplausos. Todo indica que su vida es tranquila: va al colegio, hace deporte, y quiere mucho a sus padres y hermanos; nada fuera de lo común para sus 12 años. Ello hasta que miembros de “La Paloma” seducen a sus padres para unirse a la comunidad. Su cálida recepción no enciende alarmas al principio, pero más temprano que tarde es evidente que algo no anda bien.
Sarah Suco emplea una narración bien elaborada que nos guia a través de los días en que sus padres empiezan a comportarse de forma extraña, alejada de la razón, pues pierden su voluntad, personalidad, conciencia, inteligencia y responsabilidades. Además, imponen a sus hijos un modo de vida restrictivo, inflexible y dogmático. Eso sí, una condición más para Camille: nada de baile ni circo. Todo dictaminado por el líder del grupo, quien había convencido a sus padres de que aquella era la mejor decisión para que su familia se aleje de la mundanidad, propia de la sociedad individualista, y vuelvan a los valores católicos que profesa la comunidad.
El espectador se convierte en testigo silencioso del universo retorcido en el que se interna Camille, seguido de la entrada a su adolescencia y una compleja búsqueda por ser aceptada en un mundo ajeno a ella. Demuestra desde una mirada personal las consecuencias del fanatismo, la manipulación y abuso que padecen quienes son captados por grupos como este, que solo busca aprovecharse de ellos. En este sentido, las actuaciones de todos los personajes lograron un realismo muy verosímil; zambullen al público en cada escena.
Escribe: Diego Oblitas Novoa