Formado en la escuela de cocina del Gato Dumas en Buenos Aires, Pablo Ranea es un chef y sommelier que desde hace varios años se dedica a viajar llevando lo mejor de la cocina argentina y latinoamericana a otros destinos. Hoy ha vuelto a Perú para deslumbrarnos con sus populares Pop Up Dinners y las mejores etiquetas de vinos de su natal Argentina.

Antes de ser cocinero, Pablo obtuvo el título de diseñador gráfico. Siempre le gustó cocinar y ejecutarlo con creatividad, sin embargo, le tomó un tiempo entender que esa era su verdadera vocación. Luego de aprender de reconocidos chefs en la prestigiosa cadena de hoteles Marriott de Estados Unidos y El Caribe y otros restaurantes en España, Perú y Buenos Aires; al regresar a Mendoza lideró durante 10 años la cocina de Azafrán y logró posicionarlo como uno de los restaurantes más reconocidos de la región gracias a su sello personal aplicado a la nueva cocina argentina.

«Durante esta travesía en Mendoza, constantemente tuve contacto con el mundo del vino y los enólogos. En la mayoría de ocasiones tenía que presentar distintos maridajes que iban más allá de un vino blanco, tinto o rosado. Esto me llevó a ampliar mis conocimientos en vinos, bebidas espirituosas y otros productos como el chocolate, el café y el aceite de oliva», nos cuenta. De esta manera, se hizo Sommelier en la Escuela Argentina de Sommeliers en el 2013. Tres años más tarde, decidió culminar su ciclo en Azafrán para dedicarse exclusivamente a profundizar su exploración gastronómica y comunicar el vino argentino en las principales capitales del mundo.

El chef comenzó a desarrollar un ciclo de cenas exclusivas, abriendo las puertas de su hogar en Mendoza para un grupo selecto de comensales locales y turistas que visitaban la provincia. «Mucha gente que había disfrutado de esta experiencia en mi casa quería reproducirla, sobre todo en el exterior». Actualmente, los Pop Up Dinners de Pablo son un punto de encuentro para aquellos que disfrutan el vino argentino, la buena comida y están abiertos a descubrir nuevos sabores.

«El concepto combina dos variables: espacio y tiempo. En cada uno de estos encuentros presento un menú de pasos bajo la premisa de ‘una cocina de viajes’. Es decir, un estilo en el que prima la cocina argentina y latinoamericana con influencias peruanas y asiáticas; acompañados por una selección de las mejores etiquetas de vinos de Argentina. Trato de presentar una fotografía de lo que sucede con la vitivinicultura actual, donde no solamente encontrás variedades como el Malbec en sus distintas variables, sino también otros títulos como el Cabernet Franc, el Pinot Noir de Patagonia y los vinos blancos», confiesa.

Trivento, El Enemigo, Susana Balbo, Casarena, Salentein, Nieto Senetiner, Matervini, Colomé (Salta) y Awi Wines son algunas de las bodegas que confían en él para presentar sus etiquetas en las icónicas cenas nómades. Actualmente, Pablo Ranea realiza un tour de más de ocho meses por 30 ciudades de Estados Unidos con alrededor de 60 a 70 eventos. También aborda Canadá y ahora está terminando con broche de oro en Lima, Perú después de 3 años de ausencia; lo que él define como una ciudad encantadora.

«En Perú he realizado un menú de cinco pasos a cuatro manos junto al chef Ignacio Barrios de Urban Kitchen; el cual ha sido maridado con 10 vinos distintos. También ejecuté una clase de ceviches con maridaje de vinos blancos argentinos, entre los que resalto el Rutini Gewurztraminer y Trivento White Malbec», revela Pablo. Del mismo modo, confesó que cerró la experiencia con un flan de dulce de leche argentino, acompañado de una guarnición de aguaymantos salteados con pisco. «Estoy fascinado con ese plato», dice.

Lo mismo sucedió con el fondo principal, que fue un ojo de bife, el cual cocinó con ajo negro que trajo de Argentina junto al tacupí y chimichurri de Perú. También presentó una empanada clásica de Salta: frita, crocante y bien jugosa con recortes de carne y salsa de ajo; mientras que la otra estaba elaborada de pulpo con un dip de salsa de ajo amarillo. Lo define como un contraste delicioso entre ambos países. «Me alegra haber vuelto a Lima, pues es mi centro de inspiración. La cultura gastronómica peruana es verdaderamente generosa», concluye.