El dominio del nuevo escenario en casa, la destreza y la pasión permiten que los alumnos y profesores de ballet sigan en pie pese a las dificultades que trajo la virtualidad en el contexto pandémico.

Durante la pandemia se ha reinventado el tejido social. La danza, una de las expresiones artísticas más populares, no fue ajena a dicho cambio y, en este tiempo, buscó adaptarse. En exclusiva para Cocktail, la directora de la Escuela Nacional Superior de Ballet, Gina Natteri, enfatizó que los cambios realizados fueron moldeados poco a poco. El confinamiento los dejó en el aire y nunca se imaginaron dictar clases a través de una computadora.

El gran reto estuvo dirigido a los alumnos y profesores, quienes tuvieron que cambiar drásticamente su rutina académica. Pasaron de aprender, ensayar y presentar sus danzas con bastante público, a realizar todas las actividades en el rubro digital. Desde el primer momento hubo claridad en el plan de acción: se dio a conocer la importancia de transformar la actitud frente a dicha disciplina, sin perder la visión de ella.

Para la directora, era fundamental que los alumnos comprendieran que virtualmente no se cumplirían todas las metas en comparación de una clase presencial, pero al menos se tenía que intentar trabajar la mayoría de las capacidades que se requieren. En la Escuela existen dos realidades con respecto al alumnado. Por un lado, los que siguen una carrera profesional y, por el otro, los pequeños que aún están en el colegio, pero que bailan por pasión.

El primer grupo no tenía otra opción que adaptarse a la nueva normalidad, ya que su futuro profesional dependía de ello. Natteri explica que, con el pasar del tiempo, vio la respuesta de cada uno ante la circunstancia que aplastaba sus ansias por volver a la rutina presencial.  Sin embargo, el panorama para los menores de la escuela no era favorable porque los tiempos no resultaban flexibles. La mayoría aún se encontraba en el colegio y los horarios eran muy complicados. Tenían que elegir entre los dos.

Adaptarse a un nuevo estilo de vida no siempre es favorable. En esta disciplina, la frustración es difícil de canalizar. Por ello, la salud mental ha sido un asunto primordial en el ámbito artístico. Para que los bailarines puedan transmitir diversas emociones, en este caso a través de la danza, es necesario que aprendan a equilibrarlas a pesar de la coyuntura.

Los mismos alumnos de la Escuela dieron a conocer la incomodidad de los espacios. «Pocas chicas han contado con un ambiente amplio y apropiado. Sin embargo, la mayoría compró sus barras, pues son conscientes de que es un elemento muy importante para el desarrollo de las clases», enfatiza la directora. La virtualidad no ha frenado el espectro creativo. «Los alumnos aprovecharon para juntarse en parques y ensayar para las presentaciones de fin de año. El entusiasmo que tienen por bailar presencialmente es inexplicable».

Desde su posición como experta en ballet, Gina Natteri reconoce que, para el desarrollo de esta disciplina, es indispensable desarrollarla en vivo y en directo, sin pantallas ni digitalización. Aunque el contexto no sea de su agrado, continuarán adaptándose. Las actividades serán virtuales hasta que se les permita volver a los escenarios y brillar como de costumbre.

Escribe: Claudia Valdez