La historia peruana puede trascribirse por libros, poemas o incluso en el cine. La cámara de video y creatividad de los directores permiten reconstruir hechos no visibles en épocas antiguas. El último bastión es un ejemplo claro de que los peruanos debemos conocer nuestro pasado desde una perspectiva intrigante o cómica.
Ilusión, el drama y los conflictos sociales que se vivían en el Perú, poco antes de su independencia de España, son retratados en «El último bastión». Publicada en 2019, ha dado un paso gigante en el mundo cultural, es la primera serie peruana que llega a Netflix, en el año del bicentenario. Una red de consumo excesivo a nivel nacional desde el inicio de la pandemia, porque es un portal para salir del estrés prematura en la crisis actual.

Ficción frente a la realidad
El gran manejo de la serie es la visión del ciudadano común dentro de los dramáticos cambios que se produjeron en el país, meses previos a la llegada del general argentino José de San Martín. Para refrescar la memoria, es el personaje que proclamó la independencia el 28 de julio de 1821. Aunque -como toda buena historia- genera polémica el hecho porque los españoles seguían en el norte del país. Simón Bolívar y su ejercito los sacó un 9 de diciembre de 1824 en la batalla de Ayacucho, lo que genera -hasta el día de hoy- en cuándo el Perú fue completamente libre, aunque 200 años después, parece igual.
Según el director de la gran obra maestra, «El último bastión» contó con un equipo de 150 personas y la producción tomó alrededor de dos años, después de que el guion fue terminado por los hermanos María Luisa y Eduardo Adrianzén. El vestuario reproduce los cuadros de José Gil de Castro y Pancho Fierro, vestimentas de alto detalle que reflejan la sociedad de esa época, para que nosotros los ingenuos conozcamos un poco más los acontecimientos de la nación.
«Está hecha como una serie pensada para que el gran público, más allá de nuestras fronteras, la pueda apreciar y la pueda entender. Por eso me siento tan emocionado y orgulloso porque es la primera serie peruana que llega a una plataforma streaming», destacó sobre el estreno que se realizó el jueves 25 en Netflix. Es cierto que amamos muchas películas internacionales o series románticas que generan emociones mixtas a cada ser, pero es importante reconocer y apoyar a nuestros representantes.

Sociedad quebrada
Los protagonistas de «El último bastión» son los integrantes de una familia española, que tenía un hijo a favor de la independencia y otro a favor de mantener el vínculo con la Corona española, conflictos tradicionales que marcan una línea temporal entre los conflictos por posturas políticas -todavía vigentes- en nuestra sociedad. La represión y rechazo entre ambos era fuerte al punto de buscar el camino de la libertad para “todos”.
La trama también genera lazos con otras tres familias que representan a los mestizos, indígenas y afrodescendientes, grupos sociales que eran marginados por las élites. Analizar el comportamiento ciudadanos basado en el rol de los actores es otro insumo atractivo en la serie. Enfrentando la coyuntura actual y buscando dar énfasis en el tema, se resaltó el papel femenino en la gesta de la independencia. Una posición interesante que rompe el estereotipo del escaso rol protagónico de las mujeres durante los siglos anteriores. Los hechos aparecen contados en las escuelas, pero es escaso el cómo sucedió, definir los momentos previos a nuestra independencia.

Mirando la realidad
“‘El último bastión’ es la suma de cientos de talentos, y el deseo de financiar contenidos distintos, que no cuestan más que otros que vemos en nuestra televisión. Ojalá se entienda y genere ganas de hacerlos”, dijo Eduardo Adrianzén, guionista de la serie. Una reflexión importante ante el alto consumo internacional en un país afectado por la pandemia. Quizá -en la visión más optimista- la serie resuelva las dudas de la mentira, traición en los detalles subjetivos durante un contexto complejo, como los vividos en la actualidad.
Escribe: Ernesto Astonitas