Todos pueden hacer arte, pero no todos pueden vivir de ello. Rafael Lanfranco nos cuenta diversos pasajes de su vida. Además, revela datos inéditos sobre el lanzamiento de su primera obra junto a la editorial Planeta.

El arte es un rubro en constante crecimiento. Rafael Lanfranco es un apasionado que, debido a su talento y dedicación, ha logrado trascender mostrando sus creaciones en el Perú y en ciudades como Miami, Tokyo, Singapur, Londres, Sao Paulo, entre otras. Hoy se desarrolla como artista, ilustrador, escultor y escritor. Además, es el fundador del estudio de ilustración 4D2 Studio. Asimismo, es magíster en Comunicación por la Universidad de Boston.

Rafael sabía del gran potencial que tenía desde muy joven, sin embargo, por cuestiones «comunes» de la época, el dibujo era una actividad que solo podía realizar en sus tiempos libres. «Era intelectual y bastante aplicado. Me inclinaba por las letras y las artes, pero en un inicio no le presté tanta atención», recuerda. Él es abogado, una carrera que exige tener en el armario un terno, camisa y corbata por el resto de tu vida profesional. Del mismo modo, tenía como ejemplo a sus familiares y cómo se habían desarrollado profesionalmente. «Mi familia ha tenido negocios propios, por ende, han sido autoempleados. Siendo sincero, me ha ido pésimo con los jefes y he tenido que lidiar con ello por un tiempo».

Todo este proceso fue complejo. «Me generaba pánico tomar la decisión de cambiar de oficio o abandonarlo. En la primera clase de derecho me di cuenta de que eso no era para mí. Cuando estuve dentro de la carrera sentía que era una gota en un río y tuve que adaptarme sin que me agradara porque no sabía a dónde ir. Estaba a dos años de acabar y por eso continué», nos confiesa. Lanfranco se vio en la necesidad de hacer sus propias cosas y no para otros. Así llegó el momento de forjar su camino.

Hasta el día de hoy es dueño absoluto de su tiempo, el cual invierte para la creación de obras, personajes y mundos donde cada uno maneja reglas que están inspiradas en sus vivencias. En mayo del presente año publicó su primera novela: «El Imaquinario de Yute y Tocuyo». Esto junto a la editorial Planeta, con ilustraciones de su autoría, y recogiendo la historia de los personajes que creó primero como esculturas para sus exposiciones. «Siempre me ha atraído el hecho de escribir. Fue una sensación increíble por el lanzamiento, aunque ahora debe seguir su curso de manera independiente», menciona.

Cabe resaltar que Rafael es una persona que conecta con sus creaciones, pero que no se apega a ellas. Siente que todo es mejorable, por ende, se enfoca en el siguiente proyecto. «Estoy pensando en realizar una combinación de narrativas previas al libro del Imaquinario de Yute y Tocuyo. Una vez que está al alcance del público, me interesa saber cuál fue su personaje favorito, qué le impactó o qué piensa de la obra». Incluso, busca a mediano plazo trasladar esta fabulosa obra al plano audiovisual.

Lanfranco es un creador de piezas que también las relaciona con la tecnología. Hace un tiempo llevó su arte al espectro digital con los NFTs (Non Fungible Token). Una tendencia que toma mayor relevancia en el extranjero, pero que se está insertando en el mercado latinoamericano rápidamente. «Trabajé en ello porque recibí muchas opiniones y  sugerencias. Es un tema que está en una etapa de maduración», asegura. Por medio de estas colecciones, se abre la puerta a un universo donde comparte la mitología de sus personajes de manera creativa y participativa.

Cuando crea personajes, estos se manifiestan de diversas maneras. Puede (escultoricamente) trabajar con resina, técnica mixta o metal. Además, realizó cómics para la Revista G de Gestión y continúa elaborando cuadros y grabados. A futuro, planea tener un curso junto a su socio Alonso Saavedra para aportar en el crecimiento de otros talentos en sus respectivos procesos de creación.

Él se considera un afortunado, pues ha tenido la posibilidad de estudiar en el extranjero y actualmente disfruta de lo que le apasiona. Le encanta poder escribir y después pasar a la computadora o a la mesa para dibujar y pintar. «Nunca dejo de pensar. Tengo la sensación de estar en constantes inicios». Rafael se mantiene trabajando en su taller ubicado en Barranco sin olvidar lo más importante: pasar tiempo con su familia y valorar esa rutina libertaria que le da la estructura para producir con constancia.

Escribe: Piero M. Flores Quiroz