La cultura nos brinda identidad y hartas dosis de conocimiento. Gonzalo Núñez, actor de profesión y barranquino de corazón, apuesta por convertir la gran «Casa Grau» en el mejor centro cultural del distrito.

Gonzalo empezó en el mundo de la actuación desde muy joven. Sus padres siempre lo apoyaron y confiaron en él. Es así como llegó a tener diversas apariciones en obras artísticas, sin embargo, con el advenimiento de la pandemia y viendo su sector gravemente afectado; «sus ruinas», como se refiere al momento depresivo por el que atravesó, lo inspiraron a convertirse en gestor cultural.

El distrito más artístico y bohemio de Lima, Barranco, es albergue de cientos de casonas con grandes historias. La «Casa Grau» es un inmueble de gran ubicación, tiene más de cien años de antigüedad, presenta tintes republicanos y comprende un área de aproximadamente 400m2. Se construyó después de la guerra con Chile durante la etapa de reconstrucción y perteneció a la Hacienda Surco. Ha pasado por varios propietarios, pues estuvo habitada hasta el año 2002. Desde ese momento y en adelante, en su fachada se puede apreciar un gran cartel de «Se vende o alquila».

Él ahora apasionado por la cultura y arquitectura, siempre sintió admiración por esta casona abandonada. Recuerda que todos los días, al salir de su colegio, «Los Reyes Rojos», observaba la casa junto con sus compañeros y comentaban sobre ella. Por ello, ha sido escogida para dar inicio a su nueva travesía. Aparte de ser un incentivo para que el público consuma mucho más material cultural, este proyecto tiene como finalidad generar mayor trabajo en el rubro de la actuación.

Para la restauración de la casona, Nuñez trabaja en conjunto con dos socios más. Aún se encuentra en busca de empresas que quieran sumarse al equipo brindando inversiones monetarias, tiempo y, sobre todo, ideas creativas. «Somos un consorcio que necesita de otra compañía que quiera formar parte de esto. De esta manera, ejecutaremos nuestros planes lo más rápido posible», revela entusiasmado.

La reforma ya está en manos de un arquitecto, quien ha elaborado un plano detallado de las áreas que habrán en el lugar. Este centro cultural tendrá como principal atractivo un teatro de calidad con butacas esbeltas y obras muy bien producidas, el cual estará habilitado para recibir a 90 personas aproximadamente. A su vez, contará con dos restaurantes, uno en la planta baja y otro en el segundo nivel. Adicionalmente, habrá una pequeña galería y salas de ensayo. «Está concebido para que el establecimiento nunca duerma y siempre tenga contenido para ofrecer. Presentamos diversas áreas: gastronómica, cultural, exhibición de arte y formación», indica.

Se espera que las construcciones empiecen a finales de marzo o la primera semana de abril, para así poder inaugurarlo en el mes de septiembre. No obstante, antes de las refacciones que se harán durante la segunda semana de este mes, Gonzalo, junto con su productora «Sexta Compañía», piensan brindar un «Festival en ruinas» en el que las personas van a poder entrar a la casona, disfrutar del espectáculo, observar su estado y cómo el tiempo ha vulnerado la integridad del mismo. La presentación estará a cargo de Mariana de Althaus. «Cualquier limeño ha visto esa casona. Creo que ingresar por última vez y apreciar una obra, va a ser hermoso», agrega. Cabe mencionar que, este festival también está a la espera de marcas que deseen exhibir sus servicios y/o productos en calidad de auspiciadores.

La «Casa Grau» no será el último lugar que restaure Gonzalo pues, cuando lanzó este gran proyecto, a la par fundó un movimiento denominado «Build Box Perú», enfocado en la búsqueda de nuevos espacios que necesitan reparación. El gestor espera que llegue el momento en que la casona esté funcionando correctamente para poder identificar, con su agrupación, otros inmuebles por reconstruir y convertirlos en centros de servicio aptos al público. «La cultura es el mejor medio hacia una sociedad autocrítica que aspira a más, y que canaliza todo el estrés hacia una reflexión. Así es como esto nos ayuda a convertirnos en una población más íntegra. Otorgar este concepto a los lugares abandonados, contribuye totalmente a ello», finaliza.

Escribe: Andrea Rodríguez