Estando en el continente asiático, un colega extranjero me dijo: «El pisco es delicioso. Qué suerte que ustedes lo consigan tan fácilmente. Deben consumirlo en grandes cantidades». Sinceramente, no recuerdo exactamente qué le respondí, pero lo que sí es seguro es que no le di la razón. Puedo, con lo anteriormente dicho, herir alguna susceptibilidad, pero es una realidad que el consumidor local promedio tiene en top of mind a la cerveza o a alguna otra bebida espirituosa antes que al Pisco.

Esta curiosa situación abre la puerta a un abanico de categorías de bebidas alcohólicas que el consumidor peruano se aprecia de disfrutar; sin embargo, para nadie es un secreto que, sacando del escenario a la cerveza, el ron es el spirit más apreciado por el paladar local y hasta atrevidamente podría afirmar que forma parte de nuestra cultura de iniciación etílica.

Hay quien puede decir que no ha probado gin, vodka, mezcal, agave, etc., pero dudo mucho que alguien etílicamente activo no haya probado un buen sorbo de ron, que forma parte vital de la experiencia como elixir iniciador de nuestra normalmente variada (aunque pequeña como sociedad) cultura etílica. Como fuera, este aguardiente internacional de caña se puede dar el lujo de decir que en Perú se le trata como se merece.

Esta bebida ha tenido una gran evolución, y no solamente a nivel de líquido, sino también de comunicación. Hoy en día, hay muchas más etiquetas en el mercado local y las marcas están reforzando sus portafolios con propuestas de mayor calidad y complejidad. Esto hace que los que estamos involucrados a nivel social o profesional tengamos más opciones para vivir mejores experiencias de consumo.

La variedad hace que la información acerca de estas opciones sea cada vez mayor y compleja, por lo que una mala lectura de la misma puede ocasionar no sacarle el mayor millaje posible a la ocasión de consumo. Aquí está la responsabilidad de las marcas en establecer correctas vías y códigos de comunicación a fin de poder orientar de la mejor forma a los clientes.

Nos encontramos con mensajes referidos al terroir, a la madera, al clima, a la edad, al azúcar, etc. En ocasiones, más que ayudarnos nos confunden, porque la delgada línea entre las credenciales de marca y las estrategias de marketing se profana. Hay que tener en cuenta algunas recomendaciones para identificar o tener una lectura más acertada de algún ron que se quiera disfrutar.

El mejor ron es el que más te guste, y esto solo lo vas a definir probando. Un profesor siempre me decía: «Toma siempre muy poco, pero a cada rato».  El packaging siempre es una parte importante de la experiencia; no obstante, tu prioridad debe ser el líquido. Tómate el tiempo de leer la información de las etiquetas y trata de valorar las formas de consumo recomendadas.

La edad del ron es importante, aunque no es garantía del mayor disfrute. La única garantía es elegir la edad del ron a disfrutar a partir de las ocasiones de consumo. Si a pesar de esto todavía es un gran driver para la elección el tema de la edad, recuerda que no todo lo que brilla es oro. Establece si la edad de tu ron determina la edad mínima de añejamiento, la edad promedio o la edad máxima de añejamiento.

Los agentes añadidos permitidos para estabilización de color o sabor (caramelina, azúcar, etc.) no son signos de un producto de mayor o menor calidad. Estos agentes, en el mejor de los casos, pueden hasta definir un perfil, pero ni el ron que los tiene es peor ni el que no los tiene es mejor. Sé consecuente con la elección. Y, como con cualquier bebida alcohólica, evita el exceso.

Voy a cambiar mi habitual Cinzano tonic por un Appleton Estate Rare Cask 12, con un pequeño cubo de hielo. Pruébenlo y me cuentan. Nos vemos en alguna barra.

Cheers!

Escribe: Luis Llanos @elcondellanos