Cuando hablamos de escotes, en lo personal, me agradan más en la espalda que en el pecho. Pero el escote es un gran aliado en el estilismo no solo femenino, puesto que puede darle el toque de sensualidad que buscas a tu imagen. Para acertar a la hora de utilizarlo debes tener en cuenta tu cuerpo; busto pequeño o grande, cuello y hombros anchos o estrechos, talle largo o corto y espalda ancha o angosta.

Breve historia del escote femenino

Como siempre, empecemos por el inicio. Resulta curioso pensar que, en la antigüedad, las mujeres llevaban el torso descubierto y que, con el paso de los años y la evolución de la humanidad, fueron cubriéndose cada vez más. ¿Sabías que fue el hombre quien lució por primera vez el pecho con el solo fin de seducir? El hecho fue simultáneo con el nacimiento de la moda en el siglo XIV, donde mujeres y hombres rivalizaban en el predominio de la seducción mediante el uso del traje. Las mujeres llevaban corsés ajustados en profundos y anchos escotes en ‘v’, que más adelante se acortarían por medio de un triángulo.

En el siglo XVII las leyes, preocupadas por el lujo en el vestir, hicieron que el pecho se ocultara detrás de cuellos rizados y encajes enormes. Solo a finales de ese siglo el escote volvió a aparecer rectilíneo, cuando los vestidos se ablandaron y soltaron. En los vestidos de corte, por su parte, el escote oval u ojal mostraba la piel enmarcada por una gargantilla de terciopelo acorde al barroco de la época, el cual, con sus pelucas enormes y sombreros grandes, no logró alejar la mirada de los escotes que, en los cuerpos rígidos que ahogaban a las damas, remataban con un nudo llamado ‘felicidad perfecta’.

Con el primer imperio se impuso la línea recta en los vestidos y aparecieron las transparencias. El escote, que modelaba el busto, volvió a reinar en el talle alto. Las muselinas y las gasas insinuaban desnudez; los collarines hechos del primer material y los finos collares de plata solían enmarcar el escote. La forma recta o cuadrada se mantenía. La moda de 1830 impuso los hombros caídos, con lo que regresaron los escotes profundos ovalados, en ‘v’ o totalmente rectos. La aparición de la alta costura reinventó la silueta femenina y el escote solo continuó su existencia en los trajes de baile. Para el día se imponía el cuello elevado hasta las orejas, que se mantendría durante toda la época. 

La Primera Guerra cambió las costumbres y las modas. La mujer libre y deportista desafió la cintura y el pecho, suprimiendo el corsé y acortando la falda. En 1925, el escote se trasladó a la espalda, se volvió mucho más pronunciado y continuó acentuándose durante los años siguientes. Hasta la Segunda Guerra Mundial, la mujer adoptó prendas masculinas: Chanel, Patou y Lelong crearon los modelos más típicos de la nueva silueta. El escote desapareció detrás de una blusa blanca estilo camisa y una corbata masculina de moda. El music hall y el cine impusieron sus gustos en maquillaje y peinados.

En los años cincuenta, las divas del cine le devolvieron al escote el sentido para el que fue creado: el de seducir. Sin embargo, el destape de los 90 eclipsó el interés por él. Las transparencias dejaron de insinuar para mostrar, y así se perdió mucho de su glamour y también de su razón de ser. Llegando al nuevo milenio, el escote se movió a la parte trasera para convertir a la espalda en lo más sensual. Aun así, en la actualidad, el escote prevalece en distintas formas y mantiene el poder de seducción.

Diseñadora de modas.