Como es costumbre, diciembre estuvo lleno de predicciones para el 2022. La bola de cristal más asertiva la tiene Pinterest, (tiembla WGSN!). No debe sorprendernos, pues es la evolución de un motor que aprovecha datos para predecir lo vamos a usar, y a la larga, es una de esas profecías autocumplida, pues son tendencias que generamos.
Aparte de extremas, también son opuestas, como si fuese requisito alejarse entre sí. Tal parece que tendremos la oportunidad de sacar nuestro lado Goth (gótico, dark), si no lo hicimos de adolescentes. Nuestros días no tendrán grises, porque la vestimenta estará colorida, estridente, cuanto más, mejor (imagínese Emily in Paris, Season 2). O le haría caso a Chanel, quien decía que alguien chic siempre lleva tiras y tiras de perlas.
Sobre esta última, desde el año pasado, estuvimos viendo collares de perlas cortos, sobre todo en jóvenes y hombres como Harry Styles o Marc Jacobs. Estos se llevan con atuendos informales, cual surfer, pero de lujo. Esto último tiene que ver con la corriente del genderless y la apropiación que están llevando a cabo los diseñadores de ropa masculina de piezas que considerábamos de exclusivo uso femenino.
Sin embargo, las perlas de este año arrastran otra justificación por popularidad: Elon Musk, y su loca carrera espacial. No sólo lo serán, sino que sus efectos nacarados e iridiscentes son protagonistas, como si quisiéramos acercarnos a esas visiones de galaxias lejanas, de brillo tornasolado. Lo veremos desde las uñas hasta en la cara pero no solo en maquillaje pasando por los textiles, tanto en 2D como en 3D.
Pero, ¿por qué siempre nos seducen? La milenaria tradición china cuenta que encierran el poder de la eterna juventud, y hasta el sol. Después de molerlas, se agregan en cosméticos y sueros contra el envejecimiento. Los griegos que la llamaban margarites consideraban que servían de refuerzo para la actividad cardíaca y como antídoto bebiéndose comúnmente diluida en agua de mar hasta bien entrado el siglo XVII.
El posicionamiento de perlas en joyerías se debe a la predilección de la nobleza europea en cuadros renacentistas y barrocos. Hay piezas que han pasado generaciones desde la edad media. La más famosa es latina, La Peregrina (58.5 quilates). En forma de lágrima fue encontrada en Panamá por un esclavo africano. Hace 400 años, obtuvo su libertad gracias al hallazgo. Fue parte del Tesoro Español y puede verse en el sombrero de Luis II, gracias al retrato de Velázquez; pero Bonaparte se apropió en 1808. La perla rodó de mano en mano, y se saben intentos de la Corona Española de recuperarla. Terminó mascada en la boca del perro de Elizabeth Taylor, a finales del siglo pasado y posteriormente subastada después de su muerte en 2011.
Quizás no tengamos los nueve millones de euros para comprar La Peregrina, pero siempre podemos preguntar a alguna tía o abuela, si tiene un collar de perlas que nos pueda prestar, o comprar uno de perlas cultivadas pero les advierto: las perlas genuinas no se llevan para nada ni con el sudor, ni con cremas ni perfumes y menos con temperaturas extremas… (he ahí otra futura víctima del cambio climático).
Escribe: Katia Ríos (@kriosmillares)