Hemos cumplido 200 años de vida republicana en medio de una pandemia y un escenario político deplorable. Estamos acostumbrados a ello. La política peruana es el peor virus, sin líderes transparentes que nos devuelvan la confianza. Miles de peruanos han muerto a causa de la Covid-19, pero eso no impidió que el expresidente, Martín Vizcarra, se vacunara a espaldas de la población. La sociedad civil abrió los ojos ante sus promesas inconsistentes y, en su mayoría, hoy no le creen ni una sola palabra. 

Luego de desenmascarar a un político de sangre fría; no esperábamos atravesar una situación más escandalosa. No obstante, en nuestro país la «memoria» y la «dignidad» son selectivas. Nos volveríamos a equivocar en una campaña presidencial con más de 15 candidatos que prometían sacarnos de este hoyo llamado coronavirus. También derrocar la corrupción, mejorar la economía, soñar con la sociedad perfecta y una larga lista de sinsentidos que solo creen los ingenuos ante un discurso embellecido, pero paupérrimo. 

Siempre he sido fiel a la idea de que en el Perú ya no existen partidos políticos. Prefiero referirme a ellos como «combis electorales» o «vientres de alquiler». Después de todos los tropiezos que hemos dado al escoger líderes nefastos, la segunda vuelta entre Keiko Fujimori y Pedro Castillo fue un panorama desconcertante. Estábamos frente a un outsider plagado de ideas estatistas y prosenderistas, al lado de una política de larga data, obstruccionista y corrupta. 

Pedro Castillo vs. Keiko Fujimori: las propuestas de los candidatos que se  disputarán la presidencia de Perú en segunda vuelta - BBC News Mundo
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Dos polos opuestos y un dilema resumido en una sola cuestión. ¿Qué pesa más? ¿El anticomunismo/socialismo o el antifujimorismo? ¿Izquierda o derecha? Por supuesto que hubo otros matices, aunque en el cuadro final solo eran accesorios. Aún así escogieron al «profe». Le pusieron la banda a un inexperto, que destruyó todo lo que pudo desde que se instaló en el sillón de Pizarro.  

Perú Libre hizo estragos a pasos agigantados. Recibimos el nuevo quinquenio con un gabinete improvisado, ministros cuestionados, el dólar por los aires, radicalismos, corrupción, el senderismo en su máximo esplendor y la amenaza de una Asamblea Constituyente. Pasó el tiempo y, pese a que algunos de estos personajes fueron eliminados del juego, siempre obtuvimos más de lo mismo. De Guido Bellido pasamos a Mirtha Vásquez, en compañía de un Consejo de Ministros igual de peligroso. 

No es novedad que la corrupción esté normalizada. Antes de culminar el 2021, evidenciamos las artimañas del Presidente de la República al intentar ascender a militares de su entorno en el Ejército, además de reunirse clandestinamente con empresarios y funcionarios del Ejecutivo en una casa de Breña. ¿Seguiremos evitando la vacancia? Defender a Pedro Castillo es inaceptable. El Congreso debe tomar acción de una vez por todas y aceptar la moción sin miedos e intereses. Parece que es mucho pedir, ya que solo 46 parlamentarios están dispuestos a poner en jaque al mandatario. 

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Este año volveremos a acudir a las ánforas para las Elecciones Municipales y Regionales. Ya no podemos apostar a ciegas. El rechazo al gobierno es cada vez mayor, con más del 50% de compatriotas que lo desaprueban. Los «dignos» lloriquean y se arrepienten de escoger la destrucción, mientras nos encontramos en la cuenta regresiva de una nación que se asfixia e intenta escapar de una bomba de tiempo. Cuando nos preguntamos en qué momento se jodió el Perú, no hay otra opción que responder «ahora más que nunca». Ojalá aún estemos a tiempo de cambiar y dejar de ser un barco a la deriva. 

Escribe: Valeria Burga (@valeria.burga26)

Subeditora de Cocktail