Humberto Parra es un artista plástico reconocido no solo por su talento nato para la pintura, sino también por la gran afición que tiene hacia la corrida de toros, una tradición que se ha convertido en una parte muy importante de su vida.

Humberto descubrió la taurina después de ver la portada de un diario en donde se mostraba el escapulario de Acho. Ello captó su atención y despertó en él la intriga de averiguar un poco más acerca del tema, llegando a leer artículos y atender las noticias que cubrían la fiesta de los toros por aquel entonces. Tras el paso del tiempo y el encanto que había tenido hacia estos animales, decidió convertirse en torero.

Con 14 años de edad, ingresó a la academia a fin de convertirse en lo que tanto anhelaba ser; pero, luego de un par de años, la secundaria acabó y tuvo que escoger una carrera para estudiar y dedicarse a ello en adelante. Es así como llegó a Bellas Artes, y con el dibujo descubriría su talento natural; pues podía retratar personas y toros con mucha facilidad cuando viajaba por el interior del país gracias al toreo. Esta actividad continuó siendo parte de su vida, de la cual llegó a aprender en relación con las técnicas y los valores.

«Para mí, los toros son una fiesta y el toreo una profesión. Todo lo que suceda en el ruedo es verdad, pues tu vida es la que está en juego. Cuando esta sale bien, despiertan todas las emociones que debes controlar. Hay un toro que te va a atacar y uno tiene que contrarrestar mediante conocimientos y técnicas pero, sobre todo, con la mayor suavidad posible. No todo es violencia en esta vida; menos en esta profesión».

Entre los años 1981 y 1982, Parra logró dar ese gran salto que todo aficionado a los toros en nuestro país ha soñado: pisar la arena de Acho y torear en las pre-ferias. Sin embargo, una decisión importante vendría después de este acto, ya que renunció a la alternativa de convertirse en matador. Él consideraba que esta profesión requería de mucho esfuerzo para un resultado muy limitado; aunque no todo era malo pues, con ello, vino otra elección que cambiaría su vida por completo: emigrar a España.

En el año posterior, el peruano logró debutar y participar unas cuantas veces; aunque no tuvo mucho éxito como torero. El tiempo pasó y, mientras su edad avanzaba, llegó a dejar el toreo en 1991. De este modo empieza a dedicarse a otras actividades, olvidando sus estudios en Bellas Artes; puesto que no confiaba en que fuera tan exitoso en ese ámbito. No obstante, al ver que era su único estudio concretado, tomó el riesgo de darle una oportunidad a la pintura.

Para sorpresa de él mismo y muchos toreros, al demostrar su arte fue bien recibido por todas las personas que lo vieron. No solo notaban el conocimiento de las técnicas aplicadas en cada cuadro, sino también la pasión con las que fueron realizados, llegando a ser reconocido en el mundo taurino por su pasado como torero, pero con el presente y futuro brillando como artista. De esta manera, logró hacerse un hueco en el arte español y abrir una firma reconocida, la cual le abrió muchas puertas desde entonces.

Si bien hoy en día extraña el toreo, es honesto consigo mismo y sabe que su etapa en la arena ha terminado. Sin embargo, se siente muy feliz de haber pertenecido a aquellas plazas en donde deleitaba a los espectadores con sus movimientos, algo que, con el pasar de los años, no ha cambiado.

Humberto Parra sigue cautivando a toda persona que ve su arte, plasmando todos sus conocimientos taurinos en los lienzos que presenta en cada galería que visita. Difunde su técnica y estilo de pintura, dando trazos rápidos y otorgando una sensación de movimiento a cada obra que hace, porque su corazón nunca ha dejado de latir al ritmo de un «olé» y su mano al compás del pincel.

Escribe: Omar Sarmiento