Fábula de aprendizaje para padres

Jirafa, es una niña que tiene que realizar una exposición para el colegio sobre la vida de las jirafas y necesita para ello ver Discovery Channel que su padre, viudo y actor desempleado, no puede pagar. Para resolver ese problema emprenderá un viaje, acompañada por su oso de peluche llamado Judy Garland, que la llevará hasta el Primer Ministro de Portugal y la hará descubrir que el mundo no es como se lo habían contado.

Esa es la premisa de Tristeza y alegría en la vida de las jirafas la más reciente puesta en escena dirigida por el inacabable Alberto Ísola, quien celebra sus 50 años de vida artística. Escrita en el 2011 por el dramaturgo luso Tiago Rodrigues, actual director del Festival de Avignon, el festival de artes escénicas más importante del mundo, esta obra es un gran ejemplo de la nueva dramaturgia contemporánea europea.

Puesta en escena lúdica

Ísola nos presenta una especie de teatro para niños dentro de un teatro para adultos que juega con elementos de escuela: pizarra, diccionarios y post it en donde el lenguaje es el dueño y juegos infantiles: mapa sobre el escenario, canciones creadas por la imaginación de un oso que cobra vida y dramatización de doble género (madre y padre) proveniente de la convención entre una niña y su progenitor. Herramientas que tocan temas tan adultos como la pedofilia, la crisis económica y el desencanto social.

Tristeza y alegría en la vida de las jirafas es protagonizada por la siempre efectiva Alejandra Guerra, como la mujer que regresa a su infancia para revivir el momento de su paso a la adultez, acompañada por el cada vez mejor Eduardo Camino; Sergio Llusera a quien nos da gusta de volver a ver en escena; don Augusto Mazzarelli, preciso en su participación; Eduardo Pinillos, a quien yo le bajaría algunas revoluciones -y lisuras- a su oso; y el buen Claret Quea en divertido personaje.

Si bien la protagonista es una mujer que nos cuenta una parte de su infancia y nos lleva con ella a recorrer el camino de cómo aprendió qué era la vida en realidad; y qué gracias a esa madurez ya podía ayudar a su padre  a ver que en la vida “todo va a estar bien” si se tiene amor y se afrontan los problemas. Tristeza y alegría en la vida de las jirafas también puede ser vista como una fábula en la que una niña salva a su padre de la procrastinación y la mediocridad dándole una razón para seguir luchando: ella misma, su hija.

El hombre que era mi padre

Conversamos con el actor Eduardo Camino, sobre mi visión de la obra: Y nuevamente hablar con él es descubrir otra dimensión de la puesta y claro, de su actuación.

¿En qué momento un niño se da cuenta que la tristeza existe? Empezamos a analizar la obra con Eduardo.

“Que existe la tristeza profunda y la alegría revitalizadora. La niñez -más precisamente la pubertad- es la etapa en la que cualquier tipo de personaje sufre una decepción o un desencanto que lo marca. Que la vida no es cómo te la enseñan de más chico tus padres o tú mismo protegido por tus propias fantasías, recordemos que Jirafa tiene a su peluche que de alguna manera es una extensión de ella”, sostiene el actor.

Para él la obra nos lleva por el camino donde Jirafa empieza a darse por cuenta propia como es la cruda realidad desde la perspectiva de una mujer adulta que recuerda cómo fue su infancia y nos invita a través de su exposición a mirar hacia atrás. Ella nos comparte su memoria, su historia, que no es una recopilación de hechos verosímiles, están de alguna manera u otra sublimados, llevados a otra dimensión por el autor y en donde la narrativa podría ser muy similar a historias como El Mago de Oz, El Principito o Alicia en el país de las maravillas.

“También es un camino de aprendizaje donde te encuentras con personajes con los cuales chocas y en donde tu visión del mundo va mejorando, se va transformando. Entonces, ese transcurrir de la inocencia de Jirafa hasta la parte donde se empieza a dar cuenta cómo es el mundo real es lo que me parece conmovedor en esta obra”.

El aprendizaje del padre

“Mi personaje, el padre de Jirafa es una figura tan huérfana como la hija porque a través de la obra no solo nos damos cuenta que está desempleado y naturalmente dolido por la muerte de su esposa; sino también es una persona que en la relación de familia, antes de ser viudo, no tenía un vínculo ni una comunicación tan fluida con su hija”, nos explica Eduardo.

Efectivamente la quiere y se preocupa por ella, por eso se angustia un montón por las cuentas que tiene que pagar (incluido arreglar el televisor y pagar la suscripción del cable para ver Discovery Channel), pero no sabe qué hacer, se queda paralizado. Es un actor que no puede accionar, esa es su paradoja, su ironía, la de ser un actor incapaz de hacer una acción, de ir tras un propósito y lograrlo

Por eso Eduardo (y yo) cree que la obra también sobre la hija que salva al padre, claro sin que ésta se lo proponga. Simplemente sucede.

“Si hablo del padre, no puedo dejar de hablar, en el sentido opuesto del fantasma de Antón Chéjov (el dramaturgo ruso) que se aparece en la imaginación de Jirafa como una especie de figura paternal alternativa. Todo lo que su papá no es: seguro y cálido. Chéjov le da esa calidez que ante la crisis, el dolor y la duda Jirafa necesita en ese momento de la historia, donde aparece este personaje”.

Todo va a estar bien

Eduardo nos dice que el padre (“el hombre que era mi padre”) suele repetir la frase “Todo va a estar bien” a su hija constantemente (una frase que toma de “la mujer que era mi madre”). Cuando ésta muere, el hombre se apodera de la frase, tal cual cómo hace un actor queriéndose convencer de su personaje, y así tener la convicción que necesita para creerse la situación, la acción que tiene en escena para que el espectador se lo crea a él.

“Ese tipo de convicción el padre quiere aplicarla en su vida y con Jirafa, pero lo hace de una forma muy torpe, tiene la intención pero no enfrenta realmente todo lo que tiene que hacer para lograrlo. Al final de la obra Jirafa es la que le dice la frase al padre. Para mí, esa escena final le da sentido a la obra, la completa, la hace real y posible.”

Tristeza y alegría en la vida de las jirafas entra a su semana final. Días de función: jueves 13, viernes 14 y sábado 15 a las 8:30 p. m. y domingo 16 de octubre a las 7:00 p.m. en el Teatro de la Universidad del Pacífico (Jr. Luis Sánchez Cerro 2121, Jesús María).

Escribe Omar Amorós @carlomar20