Tan solo el ruido de los pájaros cantando y el viento golpeando los infinitos árboles. El sol brillaba de una manera espléndida y relajante. Se respiraba un oxígeno puro y nuevo, uno que no se percibe fácilmente. Como si todos los problemas y preocupaciones del mundo se hubieran esfumado y te encontrarás en otra realidad. La selva infinita cubría todo el alrededor de tan solo unas diez viviendas en total. El cannabis era ofrecido desde que bajabas del bus turístico.
Estaba visitando lo que habría sido el hogar de la leyenda y pionero del reggae, Bob Marley, artista que falleció en 1981 a causa de cáncer avanzado en metástasis al cerebro, pulmones, hígado y estómago. Interesada por conocer la cuna del ícono musical, emprendí un viaje a Nine Mile, Santa Ana, al norte de la isla de Jamaica.
Inmersa en el mundo de la cultura Rastafari, conocí el hogar de Bob Marley, quien se ha caracterizado como uno de los cantantes más humildes de la historia a pesar de ganar millones por su música. En este complejo también solía vivir su madre con las hermanas de Marley, quienes se habrían dedicado a la música y lo inspiraron a seguir sus pasos.
Al inicio, junto a todo el grupo turístico, ingresamos a una tienda de souvernirs con múltiple cantidad de artículos con la cara de Bob Marley impresa, o quizás mencionando alguna frase suya, o con los colores típicos de la cultura Rastafari. Cabe mencionar que en la isla de Jamaica, existe una gran fidelidad y admiración al cantante. Hay imágenes de Bob Marley hasta en la sopa —y no estoy exagerando. La presencia de este personaje es la principal sobre otros personajes famosos que provienen de allí, como los deportistas Usain Bolt o Patrick Ewing.
Antes de poder acceder al tour dentro del hogar de la estrella del reggae, nos recibió un adorable guía jamaiquino que se encargó de darnos el recorrido. Este singular sujeto de alrededor de un metro ochenta, de tez negra, robusto y macizo y con sus rastas dentro de su grande sombrero, se nos acercó tarareando el popular tema One Love. El hombre emanaba un sólido aura de buenas vibras, felicidad, paz y amor que podría sentirse a kilómetros. Podría decir claramente que aquel hombre era la definición de lugar seguro de cualquier persona.
Con su mágica esencia, el guía nos llevó en primer lugar a la casa de la madre de Bob Marley, Cedella Booker. En su pequeña morada, aún se conservaban los muebles, los adornos y los cuadros que la madre de familia utilizaba para decorar. Uno de los trabajos de la madre de la leyenda era coser, por el que se encontraba su máquina de coser aún en la sala intacta.
Dentro de la estrecha habitación y el inmerso mosaico de cuadros con fotos de la familia, se encontraban diversos recortes de periódicos locales con los triunfos de la estrella de la casa, colgados con mucho orgullo para la vista de sus visitantes. De la misma manera, me causó mucha curiosidad los varios muñecos que estaban superpuestos sobre las repisas.
La cultura jamaiquina es un poco cerrada. En la variedad de hoteles lujosos que existen, o en los lugares turísticos como este, no se habla ningún otro idioma más que el inglés criollo que ellos han transformado. Se trata de una combinación de inglés británico con lenguas africanas, que evidentemente, es complicado de comprender. Sin embargo, el simpático guía que nos dio la excursión en el complejo, se supo hacer entender muy bien. En los momentos fundamentales, cuando no estaba permitido grabar, tomar fotos u entrar a una habitación con zapatos, evocaba una clase de sonido de la garganta que usamos cuando queremos decir sí o no. Lo hacía de una forma tan graciosa y divertida, que era imposible que surja alguien rebelde que no quisiera seguir las reglas.
En el pasaje general, nos tocó escuchar la interpretación en vivo de Redemption Song y No Woman No Cry por parte del guía y otros miembros que acompañaban el complejo perteneciente a Bob Marley. No esperaba que esto iba a suceder, aunque sería un crimen no seguir reproduciendo y manteniendo viva el arte brindado por Marley hasta el día de hoy.
Para trasladarnos hacia el mausoleo que alberga tanto los cuerpos de la madre, como la de Bob, teníamos que ingresar por un portón que daba hacia una empinada pendiente de piedra que estaba rodeada de mucha vegetación, yendo acorde al lugar donde nos encontrábamos. Tuvimos que observar entre los arbustos hacia la izquierda las tumbas sagradas de la familia de Marley que yacían tranquilas e intocables.
Como parte de los destinos que más esperaba visualizar, llegamos finalmente a la habitación donde dormía el famoso ícono internacional. La humilde y angosta habitación, a parte de estar rodeada de los colores rojo, verde y amarillo, estaba llena de divertidos cuadros y mensajes intrépidos. Para empezar, se hallaba al lado de la cama una pintura a lo Jesús como pastor con ovejas, con la cara de Bob montada sonriendo. Pero, eso no era lo único. Una bandera con la hoja de marihuana en un tamaño monumental con el mensaje: “A spliff a day, keeps the doctor away”; que, traducido al español coloquialmente, significa: “Un toque al día, mantiene al doctor lejos”.
Asimismo, una de las leyendas que nos contaron en el paseo fue que si te sentabas en la cama donde solía dormir Bob Marley, tenías hijos en pocos meses.
Finalmente, antes de poder visualizar la tumba donde yace el cuerpo del ícono del reggae, se nos presentó una singular roca. Sobre ella, la estrella se sentaba durante horas para fumar y así, reflexionar sobre la vida y obtener inspiración para así seguir produciendo su arte. La tumba del cantante se encontraba dentro de una habitación plagada de sus fotografías y premios. Además, se encontraban diversos artículos de fútbol, ya que el cantante practicaba este deporte en vida.
Terminó la visita, y volví a salir al pueblo de Nine Mile. Se encontraba nuestro bus y algunos de los pobladores viéndonos con asombro. Lo que sorprende es el silencio y la paz de este lugar. Esta es la realidad de estas personas, pensé. Una vida sin lujos, sin importales lo material, sin preocuparse por lo que nos aqueja día a día: el trabajo, los estudios, el tráfico, el alquiler, los sueldos. De camino al hotel, simplemente sentí que pude respirar.
Escribe: Claudia Martens (@claudiamartensc)
Fotos: Claudia Martens (@claudiamartensc)