Creo que soy de las pocas mujeres que, en pleno siglo XXI; donde los bolsos son el accesorio del momento, no me hacen nada de gracia. Para mí, son un mal necesario. Amo llevar las manos libres y el cuerpo sin peso extra, porque con mis libras tengo. También considero que toda mujer ha hecho el esfuerzo de aligerar su cartera de diario, sobre todo mientras espera un turno, vierte su contenido a la vista de todos, revisa recibos, la sacude, determina dónde va cada cosa, y lo que es basura. Entonces, evalúa  si   necesita  otro bolso, pero el asunto no termina ahí. Lo siguiente es decidir si será pequeño para obligarse a no cargar tanto o uno más grande para llevar de todo.

Lo que opina una fisioterapeuta de la tendencia del maxibolso

Cuando nuestros antepasados optaron por utilizar un pedazo de piel y atarla en los extremos para formar una especie de canasto; el tamaño, forma y material del bolso ha estado determinado precisamente por lo que debe acarrear. No resulta difícil entender por qué contamos con Maxi o Big Totes ahora: ¡llevamos nuestras vidas dentro de ellas! Hay registros de bolsos en todas partes, empezando por la Biblia. El libro de Samuel narra la historia de David y Goliat, y las piedras que guardó en su bolsa de pastor. Asimismo, en las cuevas con pinturas rupestres podemos identificar figuras llevando un objeto con apariencia de bulto. En relieves de campanas del siglo VIII a.c; se aprecian sacerdotes portando bolsitas cuadradas con asas muy parecidas a las Lady Dior actuales.

Algunas reproducciones antiguas del «pouch» elaboradas en piel como las Celtas, guardaban todo tipo de collares, brazaletes, pulseras de tobillo, broches o maquillaje facial hecho de extracto de fresas. Nada extraño, ¿verdad? Los romanos del siglo I a.c utilizaban la «bursa», una simple bolsa de carácter unisex. En yacimientos arqueológicos, se han encontrado bolsas de piel que estaban sujetas al cinto, y algunas llevan adornos metálicos. Son los antecedentes de las cangureras o «belt bag» que, hace poco, estuvieron de moda.

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Hasta que no se incorporó el intento de bolsillo en las prendas de vestir del siglo XIII —en algunos vestidos se les hacía una hendidura lateral, cosiéndoles en el interior una pequeña bolsa de tela—, el bolso continuó evolucionando de acuerdo con la clase social y el aumento de las pertenencias que debía resguardar. Por otro lado, el bolso del hombre se simplificó para solo llevar monedas y alguna que otra cosa hasta llegar a la billetera (debido a la aparición del papel moneda en el año 1690). Su versión femenina creció en tamaño: ya no podía esconderse por el cambio de silueta (estrecha) producto de la Revolución francesa.

A finales del siglo XVIII y principios del XIX, entra en escena el «Ridículo», una versión más elaborada y decorada  del «pouch» Celta. Estaban sujetos por largas asas de cintas al talle, ubicados bajo los pechos femeninos. No se explica el nombre, pero este hubiese sido acertado para los Mini Bags que hemos estado viendo desde del 2017. En el pasado reciente, hay dos piezas dignas de mencionar. Una de ellas es el neceser, bolsa pequeña de piel o textil que se cierra tirando de una soga liviana. La otra es la típica cartera de la abuela, aquella que tiene un cuerpo en piel o en tela dura como una roca, con un bastidor de metal en los extremos. Al abrirla, podemos oír ese chasquido característico. He de reconocer que los Maxi Totes o las carteras grandes tienen ventajas, pero las de bandoleras o crossbody son más cómodas. Ahí estará mi próxima inversión.

Escribe: Katia Ríos Millares (@kriosmillares)