Cocina de cambio. La coyuntura ha sido una fuente de oportunidades tanto para inversión como percepción. En el caso de la gastronomía, ha develado la existencia de una brecha entre hombres y mujeres. ANA, una iniciativa impulsada íntegramente por mujeres, busca marcar un hito en este sector del país.
El restaurante se encuentra próximo a ser inaugurado y plasma un concepto disímil al del resto del mercado. Desde el diseño hasta la ejecución de las operaciones, ANA busca ser pionera en este nuevo enfoque a favor del empoderamiento de las mujeres tanto en los diferentes puestos de trabajo y la autonomía económica, como brindando un espacio para generar ingresos y recursos propios, logrando así acortar las brechas y promover cambios estructurales.
La marca realizó una investigación en restaurantes y cocinas, el cual reveló que más del 50 % de mujeres realizan trabajos domésticos o no remunerados. Tras esto se volvió aún más latente la urgencia de una iniciativa que lograra materializar acciones que generen un cambio. ANA recoge en su formación y filosofía esta problemática con el fin de encontrar una solución, la cual hoy han logrado pragmatizar.
El equipo del restaurante asciende a más de 80 mujeres, que se desenvuelven en las áreas de limpieza, valet parking, servicio, jefatura de cocina, jefatura de barra, bartender, community manager y demás.
Las cabezas de este concepto gastronómico son cuatro mujeres: Saraí del Águila y Melisa Castro, son las jefas de cocina; Cecilia Monzón, la jefa de barra; y Vanessa Chiappo, la administradora. En su conjunto, han ideado una carta donde la diversidad, la eficacia y la eficiencia toman un rol protagónico, utilizando así el máximo de cada producto. “Nuestra cocina de cambio está basada en una economía circular, la cual busca maximizar el uso del insumo con el fin de generar menos residuos”, explican.
El local también está empapado de novedades. Con una capacidad para 165 personas, una terraza y un salón con las más competitivas comodidades de la categoría, ANA se alista para satisfacer a los más exigentes comensales, así como a los que buscan una experiencia distinta.
Nos cuentan que el desempeño al que apuntan es de “un cambio en la gastronomía y en el arte de la mixología”. Para lograrlo, las jefas de cocina y la jefa de barra han implementado una oferta gastronómica que no pueden dejar de probar.
Desde el arte de la coctelería, Cecilia Monzón nos mostró un ápice de todo lo que podemos encontrar en su barra. Empezando con Gracie, cuya esencia es dulce y posee notas afrutadas; luego con Maria Lando, un cóctel 100 % hecho de productos peruanos; pasando por Tatiana, en el que destacan los sabores fuertes y las notas ahumadas; trasladándonos a Chabuca, un mocktail de raíces cítricas que refrescan el alma; y finalizando con Vicario, bebida donde destacan los sabores fuertes y las notas cítricas ahumadas.
En la cocina de ANA, encontramos una propuesta a base, como se mencionó al inicio, de una economía circular. Algunos de los platos más esperados son los raviolis de Giulia, cuya preparación se da gracias a una técnica italiana con base en el zapallo loche; el alverjado de Saraí, donde la principal característica es el uso completo del insumo, que van desde el puré de alverjas hasta el uso de la cáscara para decorar; los tacos de Juana, donde la esencia mexicana y una amalgama de sabores fuertes y picantes deleitan al comensal; María, “la infaltable”: un clásico lomo saltado de sabor excepcional; y, finalmente el Universo, un postre de chocolate bíter y sabores afrutados.
Además de una comida que conquista los paladares más exigentes, una planilla conformada únicamente por mujeres y platos realizados de forma sostenible, ANA también apoya ollas comunes. Es decir, cada experiencia transforma no solo al comensal, sino a los más necesitados. Puro corazón.
Escribe: Juan Pablo Bernal Gallegos