
Yo amo las chancletas.
Podría usar otro término como sandalias o flip flops[1] para que la primera oración de este escrito tuviese algo de sofisticación, pero no, chancleta es la palabra perfecta, fonética y visualmente. Ese calzado hecho con una suela que se sostiene al pie por medio de una tira o cordón que separa el dedo gordo de los dedos restantes es fuerte, pero sin pretensiones. Su nombre popular es un vocablo que tiene cierta cadencia al pronunciarlo, algo de onomatopéyico[2] si relacionamos la palabra al sonido que ellas producen cuando caminamos al llevarlas puestas, pero sobre todo es un diseño casi todoterreno, cuasi perfecto, milenario y atemporal.
Todas las antiguas civilizaciones tenían su versión de las chancletas, la más antigua, según algunas publicaciones fue encontrada en Oregón, E.E.U.U.A atribuyéndosele casi 10,000 años de manufacturada a base corteza vegetal. Por cierto, resulta curioso que sea en Oregón donde se producen los famosos Nike Air.
Las de origen egipcio son mis preferidas con una gran variedad de modelos a elegir: paja, papiro o palma trenzada, suelas de madera, de cuero o piel, sencillas o decoradas e incluso, la cima del glamour eran aquellas elaboradas totalmente en oro. Su importancia en la cultura egipcia era tal que la chancleta tenía su propio jeroglífico cuya representación no podía ser más exacta y bella.

Pero no sólo había opciones de materiales, sino que el diseño básico podía cambiar: egipcios y griegos preferían la tira entre el primer y el segundo dedo del pie, mientras que los romanos la usaban con la correa entre el segundo y el tercer dedo. Los mesopotámicos, con la tira entre el tercer y cuarto dedo del pie. Las procedentes de la India eran la expresión de lo que hoy llamamos minimalismo: sin tiras, pero con un pequeño pomo o nudo adherido a la suela entre el primer y el segundo dedo del pie. Perú, con su riqueza cultural milenaria, tiene su representación en las ojotas (usutas o ushutas) de suelas de cuero o fibra vegetal con tres amarres, dos para el talón y uno que pasa entre el primer dedo gordo y el segundo.
Sin embargo, nuestra versión actual de las chancletas tiene sus orígenes en Japón. Los soldados estadounidenses se prendaron de las Zoris que tienen suelas planas y fabricadas con paja de arroz u otras fibras vegetales, tela o madera lacada. Fueron llevadas como obsequios a sus familiares para ser usadas en la intimidad del hogar. Se les conocieron por Jandals (combinación de Japón y sandalias). Años más tarde, para fines comerciales y para mayor durabilidad, se cambió la suela plástica o de goma. Las chancletas arrasaron a nivel mundial a partir de los 50s con sus colores brillantes sobre todo para el verano y la playa, pero es en los 60s y 70s que se consagra y adquiere su lugar la cultura pop[3] como uno de los símbolos de juventud e irreverencia, usado a todas horas, en toda clase de ambientes.
Brazil se anota un gol con las Havaianas[4] que todavía en 2020 es una de las marcas emblemáticas a nivel mundial de este divino producto. Por cierto, si se han preguntado por qué las chancletas de este tipo tienen estas marquitas en las tiras, como si fuesen cicatrices en forma de V: son el “sutil” intento de imitar el trenzado de las fibras naturales con las que son fabricadas las de origen artesanal.

Mi amor por las chancletas viene de los 90s cuando volvieron a estar In y el modelo de suela y tiras de velcro era obligatorio convirtiéndose en parte del “uniforme estereotipado” del surfeador y del turista norteamericano –hasta la fecha. Treinta años después, una crisis sanitaria global empuja las ventas de las chancletas a niveles insospechados. No importa si es Moda Rápida o marcas de lujo, si vende zapatos es muy probable que incluya una versión de chancletas. Las últimas de Gucci son un modelo peculiar que tiene su origen popular en la chancleta conocida como Samurái o Petroleras. La verdad es que parecen hermanas y hasta se ha hablado de apropiación cultural, pero con un costo de US820.00 vs US$3.00, la familiaridad como que se va perdiendo.
Los podólogos [5] y ambientalistas[6], me parece, preferirán hablar sobre los efectos secundarios de su uso extendido y de su naturaleza contaminante (ambos tienen razones de peso y datos verificables que sustentan su discurso) pero yo prefiero, por esta vez, exaltar el ingenio, y la inventiva para crear, lo que es a mi juicio, uno de los mejores calzados y productos diseñados por la humanidad. Y es por eso que, miles de años después, sus características poco han cambiado y las seguimos usando.

Cada vez que se me rompe un par debido al uso y abuso al que son sometidas, me maravillo de lo noble que es su diseño, su función y los materiales que la componen (sí, aunque estén fabricadas de microfibras plásticas). En lo que logro comprar unas nuevas, siempre me toca pasar algunos días intentando usarlas recurriendo a un viejo truco de reparación: le atravieso un gancho de pelo por debajo de la suela impidiendo que la tira pueda salir por la abertura. Usualmente las chancletas de gomas se inhabilitan al abrirse o cuartearse la goma de la suela alrededor de una de las tres aberturas que tiene para conectar las tiras. Este “remedio” me cubrirá varios días, con tan buena suerte que el gancho de pelo se incrustará en la goma y apenas lo sentiré cuando camine. Otro resultado por uso extendido es que las suelas se amoldan a tu forma de caminar y es probable que nadie más quiera usarlas porque les resultaran incómodos los desbalances y señales de desgaste que la hacen única para tus pies.
Para muchos, y me incluyo, tienen un valor emocional, nostálgico incalculable, no importa cuántos pares ya lleve usados y descartados: con sólo verlas, puedes reconectarte con el pasado. Quizás para mí son un lujo o un capricho, porque puedo elegir usarlas, reemplazarlas o incluso tener varios modelos y durante tres meses de cuarentena sólo me las quité para dormir y bañarme, pero para 3,000 millones de personas, son lo único que separan sus pies de los peligros de caminar descalzos. |
[1] Es lo mismo que una chancleta pero su nombre en inglés viene del sonido que hacen las suelas al chocarse con la planta del pie mientras caminamos.
[2] La onomatopeya es la imitación lingüística o representación de un sonido natural o de otro acto acústico no discursivo
[3] El término cultura popular hace referencia al conjunto de patrones culturales y manifestaciones artísticas y literarias creadas o consumidas preferentemente por las clases populares por contraposición con una cultura académica, oficial elitista y excluyente.
[4]https://translate.google.com/translate?hl=es419&sl=en&u=https://en.wikipedia.org/wiki/Havaianas&prev=search
[5] https://www.abc.es/familia/vida-sana/abci-todos-diez-riesgos-desconocias-chanclas 201808150224_noticia.html
[6] https://elpais.com/elpais/2018/07/16/planeta_futuro/1531743658_817568.html
KATIAS RÍOS MILLARES
Graduada de Interiores (PUCMM 1991) y Diseño de Moda (Chavón 1995), 8 años de experiencia en manufactura textil, merchandising y lavados (Grupo M) para marcas como Hugo Boss, Tommy Hilfiger, Nike y Carters.
Entrenamiento textil en The Collage of Textiles NA, EEUUA. Auditora de calidad certificada ISO 9000, Consultora Textil para Consejo Nacional de Competitividad y el Banco Interamericano de Desarrollo. Gerente de Proyectos para el sector de desarrollo a nivel internacional (Chemonics, FHI 360s, USAID) por más de cinco años. Egresada de Barna/Escuela de Negocios Programa de Desarrollo Directivo.
Forma parte de la Facultad de Chavón/La Escuela de Diseño, Rep. Dominicana desde 2013 impartiendo Fundamentos del Diseño, Perspectiva Arte y Diseño, Diseño de Moda, Textiles, Vestuario, Historia de la Moda y Seminario /Estudio.
Escribe sobre Historia de la Moda para una revista dominicana y diseña productos textiles para cortometrajes, editoriales y eventos.