Dos conceptos que siempre confundimos son cata y degustación. Mientras que la primera es, por su lado, un análisis de carácter técnico; la segunda es, más bien, un tema lúdico, de aprendizaje y hasta diversión para los amantes del buen licor
En esta ocasión, nos centraremos en la cata. Para esto, les proponemos un ejercicio. En primer lugar, nos servimos una copa de 50 ml con nuestro pisco favorito. Como primera medida, observamos el licor. Este debe ser brillante, límpido, transparente e incoloro sin ninguna partícula en suspensión.
En la parte superior de la copa, se presenta un cordón muy fino de pequeñas lágrimas oleosas. Estas suponen la presencia del alcohol y del glicerol. Enseguida evaluamos la densidad: muy acuoso, acuoso, denso, semi denso y demás. Ahora, en la ficha de cata aprobada por la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), el puntaje máximo en Vista es de diez puntos. En lo personal, nunca me ha tocado un pisco que no apruebe en esta fase, y suelo otorgar el máximo puntaje.
La siguiente, que es la más importante, es el olfato
Antes que nada, debemos resaltar que el pisco es una bebida alcohólica de alta graduación, y el Reglamento de la Denominación de Origen Pisco indica que solo se elaboran piscos de 38° a 48° (en el mercado no se encuentran de menos de 40°). Teniendo en cuenta esto, llevamos el destilado ligeramente a la nariz. Lo primero que percibimos es el alcohol y, si no estamos acostumbrados, la sensación será de rechazo. No obstante, lo anterior no impide analizar lo que hemos percibido. Podemos determinar si el producto es picante, agresivo, desagradable, o si notamos cierto equilibrio.
Posteriormente, en la segunda olfacción, buscamos percibir los descriptores de cada una de las uvas pisqueras. Estas pueden ser: frutas blancas, tropicales, frutos secos, pasas, herbáceos, flores, dulces, entre otros. El puntaje, en este caso, será de acuerdo al criterio del juez. El máximo alcanzable en olfato son los treinta puntos.
La tercera etapa de nuestra cata es el gusto
Para esto, tomamos un sorbo y lo mantenemos, solo por unos segundos, en la boca. Lo que buscamos es la armonía entre el olfato y el gusto, es decir, que estén presentes las sensaciones de nariz, pues mientras más se perciban, mejor es el pisco. Debemos preguntarnos, ¿cómo ingresa?, y responder si lo hace cálido, agresivo, picante, amargo, agrio, o si es fresco. Hay que descubrir, por otro lado, si el alcohol es generoso, untuoso, sedoso, si tiene sensaciones dulces, frutales o de especias.
Una vez que lo tragamos, vamos a lo que llamamos “persistencia en boca”. ¿Cuánto tiempo se mantiene el sabor después de beber? Cuente hasta veinte. Mientras más demoren en desaparecer las sensaciones, será mejor la bebida. También podemos cuestionarnos: ¿qué percibimos?, ¿amargor?, ¿es desagradable o agradable? Podemos percibir sensaciones picantes que, por ejemplo, nos recuerden al ají amarillo, y no necesariamente debe ser desagradable. Lo mismo pasa con los sabores cítricos, sensaciones a piel de toronja o lima. Lo defectuoso en el sabor, en este caso, sería una sensación de avinagrado. De acuerdo a la ficha OIV, el máximo puntaje en este rubro es de cuarenta puntos.
Al final de todo este proceso, tendremos la armonía, juicio global, y un máximo de veinte. Esto representa lo que hemos percibido en vista, olfato y gusto. Es el equilibrio entre el alcohol y los aromas, lo que sería un pisco redondo y excepcional. Recuerde: tome siempre con responsabilidad.
¡Hasta la próxima!
Escribe: Livio Pastorino Wagner (@elmagozurdo)